La identidad, el legado y la ceniza



La identidad, el legado y la ceniza
La identidad se define como el hecho de ser la persona o cosa que se supone o busca. Si entendemos esa identidad como el conjunto de los conocimientos humanos de un tiempo determinado esa esencia se convertirá en legado o transmisión para sociedades venideras de forma material o inmaterial ( objetos , lenguaje, etc).
Ese legado se modificará con el paso del tiempo porque lo material y lo inmaterial estan sujetos a mudanza ya que todas las cosas se modifican desde que comienzan a existir. Los hechos y personas de cada época intervendrán sobre cualquier tipo de legado o rastro de identidad, llegando incluso, a dejar sólo cenizas, es decir los restos y el polvo, la parte que queda de un todo, la destrucción lenta o rápida de algo reduciéndola a partes pequeñas, modificándola y alterándola.
Esas cenizas nos mostraran algo de su esencia primera, pero también de las siguientes identidades que la fueron modificando.
Si estas observaciones las trasladamos a la videocreación “La identidad, el legado y la ceniza” podremos ver un montaje dentro de una caja escénica donde se recrean unas piezas de ajedrez del siglo XI y asistiremos a la destrucción del entorno creado para ellas en esa escenografía así como a los progresivos cambios de una identidad cultural ejemplificados en la modificación del rostro de esas piezas, esculturas o legado.
Las piezas del Ajedrez Lewis se eligieron para esta escenificación por su historia de continuas interpretaciones en su posible significado y funcionalidad. Se encontraron hechas de colmillos de morsa, en una playa de una pequeña isla escocesa, dentro de un horno pequeño de ladrillo tras haber permanecido bajo la arena. De origen escandinavo fueron pasando por diferentes manos, un marinero inglés las robó en 1600 a su vez le fueron sustraídas por un pastor que lo asesinó y las enterró. Un campesino de Loch Hamnaway las encontró y tras tenerlas por amuletos las vendió como grupo de figuritas a un coleccionista de Londres que las identificó como de ajedrez, vendiéndolas al Museo Británico y el Museo Nacional de Edimburgo. Los expertos la catalogan como “la colección más asombrosa de ajedrez en existencia”.